Hoy no ha sido un día fácil para mí. Y sé que los próximos tampoco lo serán. Perdí un entrañable amigo porque se privó de la vida. No puedo describir el dolor tan grande que queda tras un suceso así. No lo juzgo, todo lo que puedo sentir es compasión. Hubiera querido que me diera la oportunidad de que habláramos de sus inquietudes. Muchos de sus amigos compartimos con él poco antes de lo sucedido, sin embargo, aparentemente nadie notó nada.
Me hizo una llamada horas antes. Lo sentí contento. Me habló con mucha alegría de sus planes para el siguiente día. Quedamos en “cuadrar” un encuentro. Fue muy expresivo y cariñoso, pero no me llamó la atención de forma particular porque él era así todas y cada una de las veces que hablábamos. La llamada esta vez fue corta. Ahora daría lo que fuera por volver el tiempo atrás…
¿Por qué les cuento esto? Porque en cualquier momento, cualquiera de nosotros puede sentirse así por cualquier razón. Y tenemos que hablar de esto. Las ideas suicidas pueden llegar a la mente de cualquier persona sin importar su género, raza, religión/creencias, estatus social o nivel académico. Yo me atrevería a decir que a la inmensa mayoría de las personas en algún momento le ha cruzado por la mente la idea de morir.
Quizás lo próximo no aplique a mi amigo, porque en verdad no sé qué pasó en su caso. Me falta mucha información que tal vez nunca tenga. Pero quiero compartirles unos pensamientos que puede que sean de ayuda para alguien.
En muchas ocasiones la idea del suicidio se pudiera ver como la aparente solución para acabar con el dolor emocional. Sí, porque el objetivo NO es morir, sino acabar con el sufrimiento. La desesperanza de que la situación que se enfrenta pueda cambiar, es lo que hace la idea atractiva. Pero posiblemente hablando sobre el asunto se logra ver otros puntos de vista, otras oportunidades, una esperanza…
Para empezar, tenemos que aprender a hablar y escuchar de emociones. ¿Sabes que la salud mental comienza por comprender y validar nuestras emociones, para entonces gestionarlas adecuadamente? A la vez, para que esto ocurra tenemos que acabar con el estigma de la salud mental. Cada vez que alguien piensa que buscar ayuda psicológica o psiquiátrica es para “locos”, está promoviendo el silencio y la vergüenza por algo que nos aqueja a TODOS. Porque TODOS hemos sido dotados de la capacidad de sentir emociones. ¡Y eso no tiene nada de malo!
La mayoría de las veces, los psicólogos y psiquiatras hablamos con las personas de asuntos muy cotidianos. Los ayudamos a reinterpretar sus experiencias de forma tal que puedan manejar mejor su realidad. Muchas veces, esos diálogos abren el entendimiento de las personas y les permiten ser más efectivos en el diario vivir.
Hablar con un profesional es diferente a hablar con un amigo sin preparación formal en salud mental. El profesional está adiestrado para identificar patrones de conducta y pensamientos que pueden ser modificados en terapia para proveer a la persona de las mejores herramientas para atender sus situaciones de vida. Pero las burlas sobre buscar ayuda evitan que las personas obtengan el servicio que necesitan.
Si en alguna ocasión has contemplado el suicidio como una alternativa, es importante que tengas unas muy buenas razones para disuadirte. Es importante que tengas en cuenta que, aunque parezca que no hay salida, siempre la hay. Comprende que nada es tan importante como tu vida misma. Ampárate en el amor que sientes por tus seres significativos, reconociendo el dolor tan amargo que una pérdida así les ocasionará. Ten en mente que darte la oportunidad de hablar sobre lo que sientes puede ayudarte a ver las cosas con mayor claridad.
En situaciones así, la espiritualidad puede ser una fortaleza importante. Si eres creyente en el cristianismo, puede ayudarte reconocer que Dios tiene el poder para cambiar cualquier situación y que en él encontramos fortaleza, refugio, paz y alternativas. No sentir miedo o culpa por tus pensamientos suicidas también es importante para que te atrevas a llevar ante Dios tus inquietudes. Dios nos comprende y podemos acudir a él reconociendo la lucha en nuestro interior. (Les comparto el siguiente verso: No tengas miedo, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te daré fuerzas y te ayudaré; te sostendré con mi mano derecha victoriosa. Isaías 4.10 NTV).
Si no te ha pasado, pero conoces a alguien que te ha expresado estas intensiones o tú las sospechas, acércate y rompe el silencio. Hablar sobre el tema ha demostrado ser una estrategia eficaz para evitarlo.
Espero el abrir mi corazón en este momento en que me siento tan vulnerable, sirva para hacerte consciente de este asunto del que pocos quieren hablar y te ayude a asumir una postura sensible ante el tema. Espero que de forma directa o indirecta podamos contribuir a salvar vidas.
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